Pensemos Chile

martes, 25 de noviembre de 2008

NUNCA VOLVERÁN

“Desde el talayote trepa hasta el cielo
para ver si vuelven los piratas”



Un nuevo caso de libre empresa

En el golfo de Adén, vía de tránsito entre el océano índico y el mar rojo, muy cerca de Somalia, se viene repitiendo, cada vez con mayor frecuencia, el hecho de que una serie de cargueros y barcos mercantes son interceptados, abordados y tomados por asalto su tripulación y mercancía.
Por estos días se ha hecho pública la noticia del “secuestro” de un petrolero saudí, el “Sirius Star”.
Se trata de una operación que ha puesto en jaque la seguridad maritima en esa zona estratégica y además ha capturado dos millones de barriles de petróleo que eran transportados por la nave. Según se ha dicho, los captores pidieron primero 25 millones de dólares a modo de “rescate” y ahora se estarían conformando con 15.
Sólo en lo que va del año han sido capturados otros treinta barcos, lo que ha llevado a diversos gobiernos metidos en este entuerto a pedir que la OTAN instale algo así como una policía de alta mar para acabar con estos peligros.
Me parece a mi que esta cuestión, de por si irrelevante, tiene un matiz del que me quiero hacer cargo para no ser parte de las tradicionales caricaturas con que se nos presentan las cosas.
Quiero decir, simplemente, que me parece una barbaridad que se llame “piratas” a unos tipos que, al modo de la mafia, de los secuestradores, de los carteles de droga y tantas otras instancias delictivas hacen su negocio en este caso, en el mar.
¿De que estamos hablando?
Hablamos de un negocio que se ha montado gracias a la creatividad y capacidad de emprendimiento tan alabada por el capitalismo y que en tiempos globales no deja sitio sin su boliche.
Se trata de un negocio que cuenta con inversionistas que utilizan a hambrientos pescadores y guardacostas que quedan atrapados en medio del juego político y religioso de Somalia.
Quisiera hacer una distinción entre este emprendimiento capitalista y los viejos y nobles piratas del Siglo XVIII. Toda vez que el nombre me parece mal empleado. Una cosa es ser ladrón. Otra ser pirata.


Buscando tesoros, o lo que sea.

No puedo sino comenzar mi alegato a favor de los piratas, recordando a Stevenson y su añorada “Isla del Tesoro”. Un relato como pocos, que me instaló, hace ya tantos años, en medio de una divertida trama de búsqueda de un sitio en donde dormían millones de monedas que era necesario rescatar. El tesoro oculto del pirata, su búsqueda, el contar los pasos en diversas direcciones, no era un acto de pillaje. Se trataba de buscar algo de fortuna a la luz de una estancia en una isla a donde se llegaba luego de zarpar de algún puerto habiendo pernoctado antes en una vieja taberna. Allí junto a loros bilingües y añejas botellas de ron se hablaba de muchas cosas. Asuntos que iban desde la persecución a bellas mujeres avistadas en puertos de la mar océano o la necesidad de pasar por la quilla a ciertos traidores que no respetaban las más elementales reglas de convivencia en torno a los mares. Se hablaba de motines y botines, de la muerte de algún que otro corsario, de los exilios en la isla de la tortuga.
De seguro también en el relato de Stevenson, o en los notables libros de Salgari, se conversaba en la taberna, ahora al sabor de la ginebra, de la terrible muerte de Morgan luego de intentar incendiar Maracaibo. Dicen que al pobre lo descuartizaron. Suerte no muy diferente corrió Drake que quizás avistó las costas de Valparaíso buscando el modo de abordar un puerto al que hacer parir un poco de fortuna. Antes que nada Drake era un caballero, no en vano una porción de las aguas marinas lleva hasta hoy su nombre.
De seguro también se habló de otros corsarios negros y su fama, discutible, pero fama al fin. Y quizás también se recordaban los ojos y piernas pérdidas en medio de batallas en dónde había en juego algo más que los millones del cofre o algún mapa que indicará la cantidad de pasos al oeste en donde hallar el oro. Y ya cuando las horas avanzaban y el amanecer asomaba, tal vez antes de partir, se hablaba de una que otra escapada de la muerte. Al fin y al cabo el mundo estaba lleno de peligros.
En medio de los manglares y en las costas del Darién, los nobles piratas asolaron América. Cosas más feas en todo caso hicieron los conquistadores que presumían de monárquicos y cristianos.
Pero también los piratas anduvieron en otros mares. Una vez leí como asolaban las bellas costas de Arabia, como encantaban con su magnetismo a los oscuros habitantes de aquellos puertos. Allí aquellos viejos arabes que se jactaban de ser encantadores de serpientes sucumbían ante la maestría y habilosa arte de los viejos corsarios. Ellos, despues de todo, andaban a veces buscando dinero y quizas también el modo de espantar la soledad.
Individuos nobles, hambrientos de gloria y fama, llenos de pasiones y hartos de una sociedad que al amparo de la razón y del progreso caminaba al tedio inevitable de la rutina de las máquinas, del trabajo sin fin y los años vacíos huérfanos de historia y aburridos hasta el hartazgo.
Entonces no nos confundamos. No son piratas estos tipos que atracan barcos en Somalia, son capitalistas que prefieren el robo antes que pasar por la iniciación de actividades, la confección de facturas y el pago oportuno de los impuestos. Son mercachifles que en vez de poner una isapre o fundar una sociedad anónima, se abocan al robo directo. No necesitan la intermediación de abogados y políticos. Tampoco perderán el tiempo transando sus acciones en la bolsa. Son una nueva empresa que utiliza la vieja argucia de la mano de obra barata.
Son bien tontos en todo caso, ahora que el petróleo cayó a menos de 50 dólares se les ocurrió robarse dos millones de barriles. Tal vez por eso el monto del rescate tendrá que seguir bajando.
Un abismo de tiempo y espacio, de modos y maneras, separa a estos ladrones y sus pobres esbirros con los viejos piratas.
Estos últimos son parte de otra época, modernos si, pero no cínicos. Son otra historia y otro mundo. Por eso aunque cada noche más de alguno vigile en el faro de alguna costa esperando por horas, no aparecerán Definitivamente, nunca volverán.

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