¿Qué pensar de la situación actual?, ¿Vale la pena levantar el fantasma del “Cuco” y decir que “la derecha NO”?, ¿No será mejor afirmar que la salud de la democracia impone una sana alternancia?
No es momento de dramas ni terremotos. Pero tampoco hay motivos para alegrarse. Las conclusiones que pueden sacarse de la reciente contienda electoral son tres.
1. La concertación se ha agotado y ha perdido (al parecer no del todo) una masa importante de votantes. Digo no del todo ya que muchos volverán, con el desencanto a cuestas y votarán contra la derecha y haciendo arcadas. En una de esas hasta la Carolina Rossetti vota por Frei.
Algo así como la tesis del mal menor. Habrá otros que se bajaran del barco.
2. La Derecha ha logrado por fin hacer una campaña eficiente y por ende está a las puertas de entrar a la Moneda. Motivos para alegrarse tienen. Sin embargo su votación se explica más bien por la horrible “perfomance” del candidato Frei y su comando. Si el candidato no fuera tan malo es posible que la popularidad de Bachelet alcanzará a la coalición. Sin embargo hay que señalar también que la popularidad de Bachelet se explica desde el momento que ella abandonó funciones ejecutivas y se transformó en monarca, así como Lagos y quedó por allá arriba, lejos, más allá del bien y del mal e inaugurando estadios que será por lo que se le recuerde en algunos años. En segundo lugar, sus cifras de popularidad se ajustaron al alza cuando sobrevino la crisis económica. Es evidente que sin crisis el gobierno hubiera seguido con su inercia. Ha sido un gobierno mediocre y pagado de sí mismo.
3. En Chile, como ya hemos dicho antes, no hay izquierda. La tradicional, hegemonizda por los comunistas se apura el trago con el 6% y con tres diputados. Eso los entusiasma sólo a ellos. El sector de izquierda que se halla en la concertación no tiene ideas ni identidad. Salvo un aferrarse al ejercicio de la fuerza administrativa del Estado. La campaña de MEO fue un curioso enjambre de izquierdistas que simpatizan con el autoritarismo en su versión cubana o venezolana, gente desencantada, izquierdistas pro nueva mayoría (como si en las mayorías uno pudiera encontrar racionalidad y lógica) y un grueso grupo de fascistas que ahora se han ido con Piñera.
4. La desaparición de un proyecto de izquierda es algo que obliga a pensar más allá del farandulismo marquista o “la gran victoria contra la exclusión”. En efecto, aquellos que pueden creer, equivocadamente a mi juicio, que el fruto de la aventura marquista ha sido el fin de lo que dan a llamar “dúopolio” están celebrando en abstracto ya que en el parlamento no entró ningún candidato ajeno al mentado dúpolio. Su celebración es igual de abstracta que la de los comunistas que celebran el “fin de la exclusión”.
¿Y que vendrá ahora?
Hay dos datos: A Frei los números no le alcanzan y es posible que la distancia sea irremontable. Por su parte a Piñera le falta poco para alcanzar la mayoría y no se ve que le vaya a costar tanto.
No obstante algo se está moviendo. Es posible que desde las filas del marquismo se llegue a un acuerdo con la concertación. No es impensable. Aquí no se trata ni de principios ni de pragmatismo. Se trata simplemente de arrimarse a buen árbol para agarrar alguna cosa más que sea. Por lo demás la aventura de Marco es una cuestión que como problema sólo concierne al Partido Socialista. Por tanto podría decirse que si se trataba de una pasada de cuenta del clan Ominami a la dirigencia del P.S. entonces estamos en pleno proceso de facturación.
Lo que sigue y seguirá pendiente es pensar si acaso más allá de las retóricas pomposas y autoflagelantes, habrá algo más que pensar que no sea la miseria de andar contando votos propios como ajenos y votos ajenos como propios.
martes, 22 de diciembre de 2009
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