Pensemos Chile

domingo, 15 de julio de 2012

EL Mocito del Mamo

No ha pasado desapercibida la entrevista al llamado “mocito” de la DINA, “mocito” del Mamo Contreras a fin de cuentas. En el canal de noticias CNN Chile, este personaje hizo gala de una envidiable memoria, una astucia y sagacidad notable y un cinismo acorde con los tiempos que vivimos, huelga decir, vivimos desde hace cuarenta años, al menos.
Interesante es también que, salvo la CNN y la Radio Bio-Bio, otros medios hayan prestado poca o nula atención al caso. Esto se hizo patente particularmente en los dos consorcios periodísticos de circulación nacional.
No pretendo ser original, hace muchos años, la filósofa judía, Hannah Arendt escribió un notable libro, en el que daba cuenta del juicio al que fue sometido el criminal nazi Adolf Eichaman. Como se sabe, el Estado de Israel secuestró a Eichaman quien residía en Buenos Aires y lo trasladó por vía expresa a Jerusalén. Allí se le sometió a proceso y se le ahorcó una vez declarado culpable. En su libro, Arendt muestra la puesta en escena que el Estado Judío preparó para el juicio y a través de una serie de crónicas plasmadas en el libro, la filósofa, escribió sobre el problema de la “banalidad del mal”. Muchos judíos nunca perdonaron a su compatriota las crónicas que escribió sobre el juicio. En ningún caso Arendt relativizó los crímenes y la barbaridad de Eichman y los suyos, más bien, hizo ver que se trataba de sujetos comunes y corrientes, no de monstruos o individuos venidos de otros planetas. Se trataba de gente que juzgo verosímil hacer lo que estaban haciendo bajo el expediente de un principio superior.
Recuerdo esto, porque el “mocito”, junto a una historia de vida precaria, como tantas, se sometió a un “destino” que se trocó en oportunidad y dice que no pudo escapar de él, no había alternativa. Sin embargo eso no lo hizo dejar de ser una persona común y corriente.  Es entonces que su relato sobre muertes, torturas y toda clase de vejaciones propias de esta especie, son narradas como parte de un oficio, como el oficio de un “mocito”. Algo de frivolidad y, por cierto, de banalidad, asoma en el relato de Jorgelino Vergara, relato que ha sido recibido, por algunos con indiferencia o silencio.
Muchos de nosotros sabíamos de aquello, lo que sorprende es la neutralidad presente en el relato del “mocito”. Más bien se remita a narrar hechos más propios de una burocracia que de un supuesto “estado de guerra”.
El horror no ha desaparecido de nuestras vidas, muchos de sus instigadores, financistas y ejecutores circulan por allí, incluso algunos están sentados en el Parlamento o en algún despacho del gobierno nacional.
Junto a la entrevista realizada por Tomas Mosciatti en la CNN, hay también un documental de Marcela Said y un libro, encumbrado en los escaparates sobre el mismo tema. ¿Qué interesa de aquello? ¿El morbo?, ¿el decir, “yo no sabía”? o, “yo no fui”. Por encima de todo es saludable que estas cosas se den a conocer a pesar de que haya muchos que prefieran ignorarlas o buscar una causa primera de todo que debiera remontarse quién sabe dónde.
 ¿Llegará el día en que los civiles asuman también su responsabilidad en esta tragedia?  Y por cierto, no me refiero al funcionario civil Jorgelino Vergara, “el mocito”, que poco y nada ha sacado en limpio de esta historia, salvo el autoconvencerse de que el destino lo dejó sin alternativa.  Cuando hablo de los civiles, no me refiero por cierto sólo a los entusiastas partidarios de la dictadura, hay muchos más, muchos que incluso nos gobernaron hasta hace poco y bueno, nos siguen gobernando.


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