Pensemos Chile

miércoles, 15 de julio de 2009

Facturando en el Congreso

La Semana pasada concurrió al Congreso Nacional Monseñor Alejandro Goic, Obispo Católico y Presidente de la Conferencia de Obispos Chilenos. Una comisión de diputados le invitó a dar su opinión sobre el manoseado tema de la píldora del día después.
A primera vista el asunto es un tanto ocioso ya que todo el mundo sabe como en estas materias piensan los monseñores, sin embargo, ya que aquí todo el mundo puede opinar sobre temas que afectan a la mayoría, se le escuchó con el respeto que cabe. Y esto es así ya que más allá de las aspiraciones de que en Chile exista un Estado verdaderamente laico, nadie niega a las confesiones religiosas su derecho a expresarse. Otra cosa es que lo que digan deba ser acatado por quienes no profesan su fe. Esto es elemental.
Ahora, más allá de lo que iba a decir Goic, que era obvio, ocurrió un insólito hecho al que quisiera referirme.
Don Alejandro Goic ha apuntado con el dedo a los parlamentarios de la concertación que son partidarios de la píldora, sacándoles en cara la defensa que de algunos de ellos hizo la Iglesia Católica durante la Dictadura. Algo así como decir, “Ustedes no pueden votar a favor de la píldora ya que eso es votar en contra de la iglesia que los protegió de los crímenes de la dictadura”.
En su idea Goic entiende que en ambas cuestiones está en juego la vida humana, lo cual no es claro en el segundo caso y que por ello, apoyar los crímenes de una dictadura o votar a favor de la píldora es igual de grave.
La analogía es desafortunada y revela el nivel de desquiciamiento al que ha llegado la sociedad chilena en torno a estos asuntos.
Vamos precisando

1. Si la iglesia protegió a los perseguidos de la dictadura se supone que lo hizo en función de un mandato y no como favor a cambio. En ese sentido el discurso de Goic es impresentable, ajeno a los postulados teológicos de la gracia y a las lógicas de los principios humanitarios.
2. Cuando se presentan como similares los crímenes de la dictadura con una píldora que no es abortiva (porque no lo es, porque "al otro día de" no hay nada que sea "abortable") se pretende comparar una situación totalitaria con una referida a la conciencia individual. En efecto, una dictadura puede, bajo el modo del sometimiento arrasar con la vida de miles de personas. Una píldora no abortiva es el resultado simplemente de un acto de conciencia y libertad o de remediar una "irresponsabilidad". y eso con que tiene que ver: con el sexo, que tanto parece espantar a los monseñores.
3. El problema de fondo es la libertad individual respecto de actos partculares. Lo que ocurre que hay ciertas cosas que a los curas no les gustan. Como por ejemplo que alguien piense que el sexo no sólo es en el matrimonio y no sólo es para la procreación. Que una persona piense así resulta inaceptable para esta gente. A fin de cuentas lo que Goic quiere es que volvamos a un clericalismo ramplón propio del Siglo XIX. (dios nos libre)
4. La defensa de las víctimas que hizo la Iglesia durante la dictadura, no fue clericalismo por el simple hecho de que se dijo en aquel entonces que se ayudaba sin distinción. Lo que no sabíamos era que 30 años después un obispo iba a pasar la factura.
5. ¿O sea que, Goic, cuando en Concepción se enfrentó a la dictadura lo hizo con un talonario de facturas dentro de la sotana?


Indignante, repugnante, lo peor que he escuchado en mucho tiempo.

1 comentario:

SalonHugo dijo...

Y lo único que vimos nacer desde el primer día de la discusión fue la palabra exclusión...

Saludos,
HG