Hace ya bastante tiempo que se deja ver la ausencia de una “condición reflexiva” en la sociedad actual. Desde la emergencia de lo “posmo”, hace ya dos décadas, la reflexión ha ido dando paso a una ligera consideración sobre un modo de existencia que se caracteriza por lo mediático y un elogio constante de la banalidad.. Por otro lado, el neo-integrismo religioso-conservador ha tratado de resituar un campo valórico atado a las viejas dogmáticas de la moral natural, tal vez como una manera de combatir este síntoma.
En este contexto, ha ido emergiendo una nueva categoría que ha pretendido reemplazar, dentro de lo que cabe, a las viejas líneas del pensamiento de izquierda, severamente cuestionado luego de la caída del muro, los socialismos reales y la burocracia de Estado. Frente a eso y ante la trompeta de Fukuyama que anunció “el fin de la historia”, la vieja izquierda ha sido suplantada por un conjunto de axiomas llamado “progresismo” y que pretende pensar en nuestras sociedades una nueva forma de estructuración política, en donde se pretende equilibrar el rol del Estado con la iniciativa privada, de acuerdo a las indesmentibles verdades de la ciencia de la economía.
Lo interesante de esto, es que la formulación “progresismo”, aparece asociada a proyectos más bien individuales, en donde el razonamiento es que “si las cosas no son como a mi me parecen, entonces yo no juego”.
Aquello es lo que ha tensionado fuertemente a la candidatura de la concertación en el sentido de que hay algo así como una especie de “tironeo” entre agendas más o menos progresistas que de alguna manera son puestas en evidencia por la derecha como la constatación de la “disolución del conglomerado”. En ese contexto, el candidato Frei, a quien nadie podría acusar de “progresista” ni tampoco de “integrista”, ¿de que se le podría tachar?, hace una suerte de malabarismo, proponiendo discutir todos los temas que se indiquen desde las diversas agendas, total, discutir no le hace mal a nadie.
¿Que es eso que se llama progresismo?
Me parece a mi que ha llegado el momento de volver a tomarse las cosas con un poco más de perspectiva teniendo en cuenta un hecho fundamental: La actual contienda electoral, tal y como se ha ido resolviendo en las últimas horas, es una elección intrascendente que no hace más que ahondar en lo que yo llamaría “ocaso de la democracia”.
El “progresismo” con su sello individualista y farandulero, que de paso sepulta a una “vieja izquierda” que no supo reaccionar a tiempo (cosa de ellos) deja un enorme espacio abierto por donde se meterá la derecha integrista que terminará por hegemonizar la cultura del país. (¿alguien se acuerda de un viejo sabio italiano llamado Antonio Gramsci?)
Lo paradojal de esto es que en los primeros tiempos de la trancisión se señalaba por parte de los conservadores chilenos que la nueva ofensiva de la izquierda era la hegemonía cultural que correspondía precisamente a una “estrategia gramsciana”. Algo así como decir, que ya que la izquierda “no se comio las guaguas, nos lavará la cabeza por la vía de un aparato ideológico que se tomará la esfera de la cultura a través de los medios”. (si mal no recuerdo lo único de esto que se consigno fue una mina que se dió un paseo “en pelotas” en el museo de bellas artes)
¡Gran paradoja!
La hegemonía se ha instalado bajo la forma de una banalidad insufrible que concentra la propiedad de los medios en los conservadores que, de rebote, se volvieron gramscianos.
A esa hegemonía, banal, farandulera y anestesiante le hace el juego el progresismo de nuevo cuño que desde un prisma desideologizado pretende imponer una “agenda progresista”.
Ya viene siendo hora, digo yo, de repensar las grandes líneas de un progresismo-liberal, con un fuerte contenido ideológico, para poder tener, algún día, un Estado fuerte, laico y preocupado de acabar con colusiones y desigualdades. Lo demás es cuento. Digo yo que hay que volver a preguntar con toda serenidad, ¿que significa ser de izquierda?, ¿o el problema será el país que en mala suerte nos tocó?
miércoles, 23 de septiembre de 2009
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