Cuando ya las cosas toman su marcha acostumbrada en medio de las condiciones generadas por el terremoto y la instalación del nuevo gobierno, cabe pensar en el desenvolvimiento cotidiano que adquiere la rutina habitual.
Hoy día todo parece indicar que el nuevo gobierno actúa sin contrapeso. En cierto sentido su contraparte es el terremoto que lo apura y excusa respecto de su programa político.
De tal manera que los problemas de instalación del nuevo gobierno no pasan de ser cuestiones anecdóticas que tarde o temprano se resolverán o se volverán parte de la costumbre.
Poco importa entonces, dentro de la trama instalada por la hegemonía comunicacional del nuevo gobierno, el tiempo que se tarde en llenar las vacantes del aparato público o la venta de las acciones del presidente.
El problema lo tienen entonces quienes no están en el gobierno. En realidad será muy difícil que se articule una oposición eficiente y con ideas en medio del vaciamiento ideológico imperante.
No se trata, como creen algunos antiguos gobiernistas, de que habrá que “acostumbrarse a hacer oposición”, de lo que se trata es que no hay condiciones para ello. En efecto, ante la inexistencia de medios de comunicación de masas ajenos al mundo de la derecha y la falta absoluta de un caudal reflexivo sobre las condiciones políticas imperantes, el camino para el nuevo gobierno no puede ser más auspicioso.
Este es el primer gobierno que comienza sin oposición. No es que quienes no lo votaron se hayan vuelto gobiernistas. Simplemente no saben que hacer, si se les ocurre algo no tienen como. Por ello que las críticas al nuevo gobierno son puramente puntuales. Es más, la estrategia de La Moneda parece ser ir dosificando errores para que la oposición se entretenga y olvide lo sustantivo.
En tal sentido el anunciado conclave de la concertación más parece un acto de réquiem en donde el problema mayor reside en saber a cuales de sus sepultureros se invitará y a cuales no.
En este contexto me llama la atención lo expuesto por Álvaro Ramis en la última edición del Le Monde diplomatique. (Nº 105) En un artículo titulado “Ciudadanos contra gerentes” (P.4-7) Ramis afirma que “en los últimos veinte años se produjo una disociación entre los partidos de la concertación y los movimientos sociales”.
Una lectura conspirativa diría que en realidad la concertación hizo desaparecer tales movimientos. Sin embargo es preciso admitir que en realidad tales movimientos han ido siendo parte de una fragmentación fruto de las opciones de una ciudadanía aturdida e irrelevante. En tal sentido cada quien ha seguido un camino alejado de cualquier posibilidad de convergencia. Se trata entonces de los naturales procesos propios del individualismo imperante.
Es posible que a mucha gente le repugne el nuevo gobierno, pero aquello no pasa de la sobremesa. Al final todo se aplaca en la costumbre.
¿Qué hacer entonces? Aquí no hay una sola respuesta, pero lo cierto es que las dificultades para la oposición no parecen ser pocas.
domingo, 21 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
"En tal sentido el anunciado conclave de la concertación más parece un acto de réquiem en donde el problema mayor reside en saber a cuales de sus sepultureros se invitará y a cuales no."
Bueeena :-)
Publicar un comentario