Pensemos Chile

domingo, 5 de septiembre de 2010

Premio Mundial de Literatura

Con la natural conmoción y aderezos diversos, se ha conocido la noticia de que Isabel Allende ha obtenido el Premio Nacional de Literatura.
Una estirpe curiosa la de nuestros literatos, a quienes les gusta aparecer polemizando sobre este asunto. Lo primero a consignar es que sólo se habla de nuestros escritores cuando adviene la fecha de entrega del premio y se arman candidaturas y disputas diversas. El resto del tiempo poco se sabe de ellos.
En esta ocasión da la impresión que el tono de la polémica y las descalificaciones un tanto redundantes a Isabel Allende, predispusieron al jurado a darle el premio. En ese sentido tal vez uno los mayores responsables de esto sea Armando Uribe, quien se despachó una serie de críticas justas pero innecesarias, sobre la escritora en cuestión.
Una segunda cuestión es que a propósito de la entrega de este premio se planteó la dicotomía entre mercado y ventas en oposición a calidad literaria.
En el fondo, se afirma que el hecho de que Allende haya vendido millones de libros no implica calidad. Por otro lado, el hecho de una obra hermética como la de Diamela Eltit, por ejemplo, no sea de gusto masivo, no implica que no sea una obra valiosa y de calidad.
¿Cómo pensar este asunto cuando vivimos en el reino del mercado, la masividad y el consumo?
Una cuestión obvia es que el dato de la venta masiva de libros es ineludible. Vivimos en la época del consumo a gran escala, de las cifras y los datos múltiples. Es la era de las audiencias, del público que aspira a consumir.
Criticar a alguien por estar en el mercado no es argumento que se sostenga mucho.
En mi opinión el asunto va por otro lado para lo cual haré sólo cuatro breves consideraciones.

En primer lugar, a estas alturas es bastante extemporáneo –por no decir absurdo- hablar de un premio nacional en un contexto en donde las cuestiones referidas a la nación y a la nacionalidad han desaparecido y las que quedan revelan una estructura más bien simbólica, pero a veces peligrosa. Por lo demás si Allende ha vendido millones de libros no ha sido en Chile, por lo tanto su figura va más allá de estas fronteras. Aparece bajo un modo de universalidad que no necesariamente es un reconocimiento a su calidad. Y esto porque el tiempo en que la universalidad se asociaba a la verdad ha desaparecido hace rato.

En segundo lugar, la literatura de Isabel Allende es acorde con los tiempos que vivimos. Una Literatura que tiende a entretener sin mayor densidad, que es de fácil lectura en una época en donde lo fácil es lo que la mayoría persigue. Por tanto es una literatura acorde con los tiempos que vivimos y entonces es natural que reciba premios.

En tercer lugar, no hay que olvidar el lamentable estado de la literatura que se escribe por estos lados en la cual no ha habido mayor evolución y en donde el último gran escritor sigue siendo, en mi opinión, José Donoso. Por tanto es normal que a Allende se la reconozca.
No estamos para cosas mejores porque no las hay.

Por último, si los escritores que descalificaron a Allende contribuyeron a sensibilizar al jurado, ella también hizo su parte en esta campaña al declarar que no se la premiaba por su condición de mujer. Con ese argumento, más las descalificaciones de algunos escritores, al jurado no le quedó más remedio que darle el premio.

1 comentario:

I.J.A.A. dijo...

A propósito de las Nivolas.


La nivola (palabra inventada por el prologuista de Niebla) o novela, pudiera establecer un desorden en el lenguaje, como un lenguaje de sueños (una palabra con múltiples significados), una semántica de la imaginación, que se manifestara como un error de escritura. Borges habla de que la creencia en la creencia del novelista salva todas las negligencias y fallas de la escritura, y sin embargo, este sortilegio, que se plantea en las artes, aún tiene un portal de vida que lo sustenta.

La inestabilidad de la palabras no las confunde, las une, no se complementan, son suplementos, que desbordan por lo que callan, un silencio abismal como intersticio de aquello que inicia y termina cada palabra. Las combinaciones posibles, por su parte, declaran a la incertidumbre como un espacio acotado y forzoso de selecciones, su poder es la reducción a lo simple de la complejidad de la escritura. Combinatorias binarias anticipa el prólogo de Niebla o como en La Lotería en Babilonia de Borges, que toda la sociedad tiene como principio una teoría general de juegos, la realidad es sustituida por el azar.

¿Y pudiera hablarse, a partir de ello, de un estado de cerrado de lo escrito o de lo leído? ¿Se podría fijar la literatura a una época a un autor?.

Recubrir las palabras de envestiduras, de significados, de una semántica, es como establecer un álgebra verbal de exactitud y con ello otro juego, el de las combinaciones posibles, así parecen afirmarlo Borges y Unamuno

“A fines del siglo XIII, Raimundo Lulio (Ramón Llull) se aprestó a resolver todos los arcanos mediante una armazón de discos concéntricos, desiguales y giratorios, subdivididos en sectores con palabras latinas; John Stuart Mill, a principios del siglo XIX, temió que se agotara algún día el número de combinaciones musicales y no hubiera lugar en el porvenir para indefinidos Webers y Mozarts; Kurd Lasswitz, a fines del XIX, jugó con la abrumadora fantasía de una biblioteca universal, que registrara todas las variaciones de los veintitantos símbolos ortográficos, o sea, cuanto es dable expresar, en todas las lenguas. La máquina de Lulio, el temor de Mill y la caótica biblioteca de Lasswitz pueden ser materia de burla, pero exageran una propensión que es común: hacer de la metafísica, y de las artes, una suerte de juego combinatorio.” (Cfr. Borges, Jorge Luis; Otras inquisiciones).

“No se me oculta, por otra parte, que no estará conforme con esa mi distinción entre religión y belicosidad de un lado y filosofía y erótica de otro mi querido maes¬tro don Fulgencio Entrambosmares del Aquilón, de quien don Miguel ha dado tan circunstanciada noticia en su no¬vela o nivola Amor y pedagogía. Presumo que el ilustre autor del Ars magna combinatoria establecerá: una reli¬gión guerrera y una religión erótica, una metafísica guerrera y otra erótica, un erotismo religioso y un ero¬tismo metafísico, un belicosismo metafísico y otro reli¬gioso y, por otra parte, una religión metafísica y una me¬tafísica religiosa, un erotismo guerrero y un belicosismo erótico; todo esto aparte de la religión religiosa, la meta¬física metafísica, el erotismo erótico y el belicosismo belicoso. Lo que hace dieciséis combinaciones binarias. ¡Y no digo nada de las ternarias del género: verbigracia, de una religión metafísico-erótica o de una metafísica guerrero-religiosa! Pero yo no tengo ni el inagotable in¬genio combinatorio de don Fulgencio, ni menos el ímpetu confusionista a indefinicionista de don Miguel.” (Cfr. Unamuno, Miguel de; Niebla).

(Y sin embargo, de Donoso: El Obsceno Pájaro de la Noche, una de las mejores novelas que he leido)