A veces pareciera que la racionalidad no fuera una facultad humana. Aparece como de visita y muy de vez en cuando. Asoma como algo extraordinario, mal visto y contrario a algo tan natural como el entusiasmo.
Los individuos racionales son acusados de fríos y calculadores. Se les juzga como carentes de emoción y huérfanos de sensibilidad. Hay que admitir que se ha pensado siempre bajo formas duales en la cultura occidental. Aquello puede ser considerado, por algunos, como insuficiente. Pero eso no es condición para descartar la racionalidad.
Sin embargo, cuando uno observa el discurrir de los asuntos locales no deja de echar en falta algo de racionalidad o buen sentido.
Piñera haciendo el ridículo en Europa y, en otro caso, igual de lamentable, la irrupción del mercadeo publicitario de la oferta de estudios superiores. Ambas cuestiones muestran, como muchas otras, lo lejos que estamos de un sano pragmatismo y de una relación con las cosas sin histeria, autoengaños y demagogias varias.
La lamentable actuación del Jefe de Estado en Europa hace extrañar una serie de formas, añejas para algunos, republicanas. Formas solemnes y frías, pero apartadas de este “folclorismo” un tanto de callejón, de andar mostrando a cuanto dignatario se atraviese, el famoso papelito de los mineros de la San José. Un poco de vergüenza produce ver a un personaje tan importante ensalzando miserias ajenas.
La racionalidad pena.
La prensa y las paredes de la ciudad, comienzan a poblarse de toda clase de folletines, imágenes y promesas, que anuncian el comienzo de la promoción de Carreras Universitarias y Técnicas para 2011. Es Chile un país lleno de universidades, más no un país universitario. ¿Qué pensará un padre o una madre a la hora de “escoger el futuro” de su hijo? Tal vez sea equivalente a lo que piensa cuando ve las revistas de las tiendas y debe elegir uniformes escolares o regalos de cumpleaños o Navidad. Se atiende a la oferta novedosa, a esa que viene con beneficios.
No deja de sorprender que la oferta incluya, si el niño o la niña se inscriben en la Universidad promocionada, el obsequio de lápices, poleras, ordenadores portátiles y la posibilidad de participar en el sorteo por un auto de último modelo.
Técnicas de marketing se dirá. Hay que vender dirá el dueño del negocio. Y no dejan de estar en algo obvio. Pero a la cosa le falta racionalidad, visibilizar algo así como el sentido de lo que significa que alguien elija y pueda pagar una Carrera Universitaria. Y que además tenga alguna aptitud para ello. Visibilizar algo muy ausente en el sistema, la educación de excelencia.
El mercado de la educación superior privada crece y requiere regulación. La primera debiera venir de los propios actores del sistema. Un sistema que en su expansión ha hecho florecer el primado de la opinión y la intuición mercantil por sobre un análisis serio. Al igual que en los negocios de toda índole, prima el ingenio, la ocurrencia y el “a mí me parece”. La emergencia de individuos opinantes en este sistema se hace desde la empiria más grosera, una forma de “conocimiento” que haría sonrojar al propio Comte.
A la cosa le falta racionalidad, paciencia y estudio. Pero aquí en Chile hasta el más tonto hace relojes.
domingo, 24 de octubre de 2010
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4 comentarios:
El "sano pragmatismo", llamados a la "fría y calculadora racionalidad", estimado Fernandez...!!!!!?????
El que los individuos racionales sean considerados como "fríos y calculadores" no es algo que yo comparta, de hecho lo apuntó como una descripción que en general se hace de ellos. Me parece una descripción que se solaza en la dualidad. Aquello es distinto a pretender un sano pragmatismo en la existencia humana
Pudiera proponerse la duda: ¿qué ha sustituido a la racionalidad? la respuesta está en tono de duda: ¿la desazón de la racionalidad?, entonces una nueva pregunta:¿es esta desazón un nuevo tipo de poder?¿quizás el poder de la contingencia, lo indeterminado (sin proyecto) y lo sin necesidad? ¿de qué poder se trata?.Exigirle a partir del síntoma es establecer un lugar de nostalgias que, sabemos, conducen a la incomprensión.
Lo último que señalas me parece muy acertado. Desde una`óptica un tanto nostálgica y atormentada se tomó nota de la radical desconfianza respecto de la racionalidad. A esa desconfianza subyace el olvido de preguntas esenciales y por otra, el radical despecio por cualquier discurso que hablé de la libertad humana
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