Pensemos Chile

domingo, 5 de diciembre de 2010

Autoridad y Encuestas

Con natural alboroto se ha dado a conocer la última encuesta que da cuenta de una importante baja en la popularidad de Piñera. Desde hace muchos años las encuestas sobre la popularidad o los porcentajes de rechazo, orientan el accionar de los políticos desde sus diversos cargos. La autoridad, de alguna manera, se rige por esas cifras. Pero sólo hasta cierto punto.
En un reciente comentario, a propósito de la filtración de documentos que acongoja al lamentable gobierno de Obama, Piñera señala que ese tipo de cosas se evita haciendo como que cuando la autoridad habla, ya sea en privado o en público, ha de pensar, siempre, que las cámaras de la televisión lo están filmando. Nada de brillante la teoría del Presidente ya que él se orienta no sólo por las encuestas sino que también bajo la lógica del “reality”. Sin embargo la lógica “reality” opera para el formato del entretenimiento y no respecto del juicio que el gobierno tiene respecto de sí mismo.
¿Afecta, cambia o endurece al gobierno la reciente encuesta?
Con la lucidez que la caracteriza, la ministra Von Baer ha señalado que el gobierno no sigue las encuestas y que, punto arriba o abajo, la actual administración no cambiará su accionar ya que se entiende que está haciendo lo correcto. Esto quiere decir, seguir su política, a saber, presentar intereses privados como si fueran públicos, alimentar la concentración monopólica de la economía, colaborar en la destrucción de la educación pública. etc.
La ministra Von Baer se hace parte de una convicción bastante extendida en los meandros del ejercicio del poder, cualquier poder en realidad. La idea, que tiene el sello de verdad irrebatible, es que la autoridad siempre hace lo correcto. Por tanto, la señora Von Baer, ya sea que explique porque se despide a funcionarios públicos o indique el mejor modo de preparar una cazuela de cordero, está en lo cierto.
El fondo del asunto dice relación con el poder, el ejercicio de la autoridad y a fin de cuentas esto conduce a la conservación del poder. Aquello es lo que orienta a quienes detentan algún poder. Basta regresar a los textos de Maquiavelo para apreciar este asunto. Los teóricos de la democracia, en versión republicana o liberal, han advertido sobre los riesgos de corrupción a que conduce la obsesión por la conservación del poder. De allí que se levante la teoría de la separación de los poderes como garantía en contra de la corrupción. Todo indica, sin embargo, que aquello no es más que una formalidad y que la colusión o defensa de intereses diversos pasa por sobre las regulaciones de la democracia formal. A eso apuntan los denunciantes del caso Karadima, por ejemplo, al señalar que no siguen el proceso judicial porque entienden que en tribunales y en otros círculos de poder, no se permitirá que se sancione a alguien que ha detentado tanto poder.
A fin de cuentas, la autoridad y la corrupción parecen ir de la mano, aunque ello no sea una condición inherente de su ejercicio. El poder no toma sus decisiones en la plaza pública sino en las reuniones de grupos selectos que se amparan en el secretismo y la transferencia de favores, prebendas, deseos y muchas cosas más.
Para efectos públicos, y por eso Von Baer cree que tiene razón, la autoridad no cambia su accionar por lo que digan otros o las encuestas, ya que la autoridad nunca se equivoca. La autoridad es infalible, como el asotanado que vive en Roma.

1 comentario:

Merlinux dijo...

cierto, y no es una actitud nueva por parte de la derecha.