Pensemos Chile

sábado, 18 de diciembre de 2010

De Tránsfugas y Pechoños

Como ocurre cada final de año, los medios comienzan con sus tradicionales balances noticiosos. Se trata de amplios ejercicios de sentido común en donde impera lo previsible, la sensiblería y la exaltación de la “excepcionalidad chilena”.
En ese contexto se confunden hechos muy diversos. El terremoto, los mineros, los incendios en las cárceles y Karadima, son presentados como si obedecieran a la naturaleza o el azar, sin considerar la intervención en ellos, al menos en algunos de ellos, de la voluntad humana.
La ausencia de racionalidad lleva a que muchos crean lo que anuncia el hebdomadario “The Clinic” cuando señala que Piñera es “yeta”. Toda esa clase de análisis, divertidos por cierto, dejan de lado la posibilidad de revisar seriamente lo que ha ocurrido.
Ha sido este el año donde la política ha quedado sepultada de modo definitivo. Su sepelio comenzó cuando Bachelet ingresó a La Moneda proclamando una entelequia bautizada como “gobierno ciudadano”. De allí en más la cosa no ha hecho más que decaer.
El gobierno de Piñera, al seguir una especie de lógica gerencial, releva a su modo, un empeño frontal que dice dirigirse, sin intermediarios, a “la ciudadanía”. De este modo se desgajan los canales de debate político formal, a saber, el Parlamento. Para todo gobierno con pretensiones de imponer una verdad, un Parlamento es un obstáculo. Por ello es que, por ejemplo, Chávez pretende gobernar por decreto ya que el Parlamento le es ahora una tanto adverso. No hay que olvidar que Carlos Menem hizo lo mismo en su momento en Argentina.
El Parlamento chileno no es de lo mejor. La responsabilidad mayor en su accionar recae por cierto en la oposición ya que es comprensible que los partidos de la Alianza encuentren que los proyectos del gobierno son una genialidad.
Sin embargo la oposición, particularmente la Concertación, se encuentra en un estado deplorable, del cual sus referentes no se han enterado.
En ese contexto, el modo como termina la discusión del reajuste al sector público es un buen ejemplo de la desaparición de la política.
No se trata de que los parlamentarios que se oponían al reajuste planteado por el gobierno debían inmolarse en las afueras del Congreso. Pero que el gobierno haya insistido, una y otra vez, con una cifra muy por debajo de lo que la ANEF pedía y que haya apostado al cansancio de los parlamentarios parece simplemente una burla.
Por ello es que la actitud de Andrade es inaceptable, baja y tránsfuga, además revela el modo como la política es desplazada por componendas de poca monta.
Más a la izquierda, por decirlo de algún modo, el asunto no es mejor. Nada indica que las cosas vayan a mejorar. Sin embargo la desaparición de la política abona el camino a una derecha populista frente a la cual la izquierda o la centroizquierda se quedan sin capacidad de reacción. Por lo demás, algunos sectores de la izquierda en Latinoamérica miran con simpatía experimentos y prácticas populistas que a ratos colindan con el fascismo, pero eso no importa mucho.
De modo que el juego del futuro lo tiene la derecha.
Que hoy se diga, por ejemplo, que un tipo como Manuel José Ossandón, troglodita de pensamiento arcaico y pechoño, pueda ser candidato presidencial no es más que un síntoma de que no paramos de caer. Sobre todo porque algunos lo dicen en serio.

1 comentario:

Unknown dijo...

No se hasta que punto los medios tratan de hacer un balance anual,de lo bueno, lo malo y lo feo, existe una necesidad imperante de ensibilizar a las personas a estas alturas del año como si el cansancio quitara la capacidad de sensibilidad, aunque no esta demas reconocer que en muchos casos es asi