Pensemos Chile

domingo, 3 de abril de 2011

La elite se lava la cara (Segunda Parte)

La semana pasada hablábamos del modo como alguna prensa y la elite habían dado inicio a una operación de “salvataje” al escaso prestigio que le iba quedando al Cardenal Errázuriz a raíz de su extraña actuación en el caso Karadima. Si bien el modo de defensa es a estas alturas un tanto siniestro, no queda más remedio que volver a referirse al caso, sólo para dejar constancia de la estrategia de la defensa.
Resulta que ahora apareció el que faltaba en este enredo. El señor Jorge Medina Estévez, Cardenal y ex miembro de la curia romana (mafia la llamó un sacerdote católico chileno la semana pasada) ha dado su parecer.
Este personaje ha dicho que “a los 17 años un joven sabe lo que hace”. De paso defendió a Errázuriz elogiando sus virtudes de prudencia. Lo que se colige de las declaraciones de Medina es equivalente a lo señalado por La Tercera la semana pasada en el sentido de que el dossier vaticano revela que, en palabras de una señora que testificó ante Errázuriz, la distancia entre Hamilton y Karadima se debió a una “ruptura”. Similar línea de argumentación, si se la puede llamar así, ha seguido Juan Pablo Bulnes que oficia de abogado eclesiástico de Karadima y de “caja pagadora”, según la prensa, de otras posibles víctimas, al fin y al cabo ambas funciones no parecen incompatibles.
Medina no sólo absuelve a Errázuriz sino que traslada la responsabilidad del problema a las víctimas tendiendo sobre ellos la sombra del despecho respecto de Karadima el cual sería homosexual según se entiende. Aquello no es delito ni antinatural, pero si “pecado” según el Cardenal Medina. Eso explica la condena vaticana. Asunto resuelto.
¿Qué se desprende de esto?
Que la justicia civil tiene poco que hacer ya que no hay abusos sino relaciones consentidas, por tanto los querellantes pierden el tiempo y enlodan a la Iglesia.
El problema es que, si se sigue al pie de la letra el razonamiento de tan eminente purpurado, sería dable pensar que el abuso no existió y Karadima era un individuo desatado que encontraba la gente apropiada para satisfacerse. ¿Puede verse esto de modo tan simple?
Esta respuesta simplista es propia de las defensas que hacen las familias cuando cubren sus oscuros secretos. Medina asemeja la defensa de un animal herido que no quiere morir. En su lógica, Errázuriz fue un hombre prudente, Karadima un pecador y las víctimas o ex víctimas según él, gente que arroja piedras sobre santos tejados.
Bueno, si el Cardenal Medina nunca se enteró de los crímenes de la dictadura, incluso de los que afectaron a profesores de la Universidad Católica donde él tenía altas responsabilidades, es posible que haya inferido que Karadima era homosexual a través de la lectura de diarios.
A estas alturas va a faltar poco para que digan que las víctimas tentaron a un santo y son culpables de ella. Ya todo es poco en este caso
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