Una vez más, casi como rutina, gran cantidad de gente marcha por Alameda bajo la consigna de mejorar la educación y expresar el generalizado malestar que impera en la sociedad chilena.
El rito presenta diversos componentes: familias completas, alegorías, un cierto tono de carnaval y un conjunto de consignas que de modo creativo dejan en ridículo a una clase política que hace mucho rato dejo de estar en sintonía con lo que ocurre en el país y también, por cierto, con lo que no ha ocurrido.
Los medios muestran la inevitable violencia de este ritual, como si fuera una expresión descontextualizada, cuando aquello no es sino parte del propio desconcierto de una generación despolitizada, desubjetivada y respecto de la cual algunos intelectuales han pensado que deben enfocarse a la agitación en vez de la reflexión.
Es dable pensar, también, que mucha de esa violencia sea provocada por elementos de dudosa procedencia que pueden estar interesados en generar una sensación de caos respecto de la cual la sociedad ha de reaccionar indignada a la búsqueda de un orden.
¿Qué ha de ocurrir luego de este nuevo rito de catarsis colectiva?
Nadie lo sabe, en el fondo y como ya advertimos hace semanas, no hay un elemento ideológico que articule este movimiento que corre el riesgo de quedar preso de su componente carnavalesco.
Quienes lo conducen, Colegio de Profesores y Confech, responden en parte a lógicas políticas ya conocidas, más otros actores de una izquierda fragmentada hasta el hartazgo. ¿Qué se puede extraer de allí? Poco, muy poco.
Por su parte los rectores, más temprano que tarde acordarán con el gobierno, fondos, becas y posibilidades de endeudamiento a muy largo plazo sin entrar en el tema de las definiciones respecto de la relación del Estado con sus Universidades.
Por su parte las Universidad Privadas buscan su lugar en este juego aludiendo a que lucro e inclusión no son incompatibles. Respecto de la cuestión del lucro la discusión ha sido pobre. En rigor habría que hablar del lucro, la calidad de los servicios que las Instituciones de Educación Superior prestan en relación con los aranceles altísimos que en Universidades públicas y privadas pagan los alumnos,aranceles de los más altos del mundo. Aquello sólo puede ocurrir bajo la lógica del endeudamiento.
Respecto de la cuestión del lucro alguien podría decir, “nosotros lucramos y damos un buen servicio, nuestros alumnos reciben una buena formación y su tasa de empleabilidad y por ende de retorno es alta”. Por el contrario, alguien podría decir, “nosotros no lucramos, (es pecado) cumplimos una función social y debemos entregar servicios “reguleques” ya que cobramos barato. Respecto de la empleabilidad de nuestros alumnos y el retorno que estos tienen de su inversión, no lo sabemos con precisión porque no nos interesa el lucro”. Mientras la primera lógica podría describirse como una especie de lógica de "financiera", la segunda podría describirse como la lógica de las "carmelitas descalzas". En el medio pueden existir una gran cantidad de Universidades que pertenecen a importantes consorcios y que trabajan industrialmente bajo la lógica de la correa transportadora de producción.
Me parece que las Universidad, públicas y privadas (a pesar de lo confuso de estos conceptos) debieran superar estas posiciones limitadas a la cuestión fáctica y entender que el tema de la educación no es un asunto de negociantes, opinólogos o industrializadores, sino una tarea rigurosa y seria. Es en ese contexto que el Estado debe ser emplazado. Y así, ir más allá del ritual de los jueves o de quien tiene la idea más ingeniosa. Y de paso sincerar el tema del lucro, ya que focalizarlo sólo en la educación es un error cuando tenemos una sociedad expoliada. En el fondo, lucrar o no lucrar ha de entenderse dentro del contexto de la lógica propia del mercado y que este, de modo inevitable ha de ser observado y regulado por un Estado fuerte. Esta crisis, “la del lucro”, resultado de la revolución pinochetista y que la concertación no quiso regular en 20 años, le ha explotado en la cara a la derecha heredera de esa dictadura. Así con las cosas….
domingo, 17 de julio de 2011
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1 comentario:
El filósofo y la historia.
Habría que leer un textillo como el "18 brumario..." de K. Marx para darse cuenta de que la historia y su "motor" no es racional, esa búsqueda de subjetividad o de alguna racionalidad o de claridad en los fines, es precisamente el "rito" (leer al final de República 10 u otros diálogos), es el escamoteo de la historia. Dicho movimiento incesante es una cuestión de ideológias, en tanto acontecimiento (agreguemos: social no abstracto)y el "choque" de fuerzas (claramente representadas o no), junto a otros "juegos" de poder que, aunque no visibles, luchan por la determinación del movimiento.
Si habría que atender a que una "transformación" y no solo una "explicación" de la historia social requiere ya de un nuevo pensar
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