Pensemos Chile

sábado, 15 de diciembre de 2012

Servidores Público




¿Qué cosa es el servicio público? Se habla mucho de su importancia, del sacrificio, a veces épico, que este conlleva. Acá en Chile el Presidente de la República ha insistido hasta la majadería con su “vocación de servicio público”.Si preguntamos por el servicio público entonces nos hemos de preguntar por los “servidores públicos”. ¿Hay algún requisito para acceder a esa denominación, algún azar o llamado del cielo?  Escribo esto ya que esta semana dos “servidores públicos” han dado un gran espectáculo dejando la estela de la pregunta por la función pública.
En primer lugar, el ministro de justicia, Teodoro Ribera. Este  se ha visto alcanzado por la maraña del caso referido a la acreditación de las universidades públicas y privadas que existen en el país. No voy a referirme aún en detalle a este caso, si me parece que esta historia tiene el mismo olor a mierda, con todo respeto, que el asunto de los chanchos de Freirina.
Resulta que al parecer el ministro tuvo tratos con Eugenio Díaz, ex presidente de la Comisión Nacional de Acreditación. La relación habría sido un contrato en el ministerio de justicia y en paralelo, puede ser casualidad, la dilucidación de acreditaciones respecto de instituciones a las que se encuentra vinculado el ministro. La sola asociación con el ex presidente de la CNA es hoy semejante a la lepra. Como todos saben, el señor Díaz pasa sus días en la cárcel para regocijo de muchos, para que nos vamos a engañar.
El ministro Ribera niega la relación de ida y vuelta que se habría producido con Díaz, este por su parte, demostró una genuina habilidad para los negocios. Al sentirse atacado, el ministro ha esgrimido la tesis, vamos a llamarla así, de que los hombres públicos, no pueden ser “profesionales de la política”, parásitos podría uno inferir, ni tampoco hay que buscarlos bajo un puente, es decir, menesterosos. El ministro ha reivindicado la presencia en el servicio público, de emprendedores, empresarios y otro tipo de hombres solventes. Nada hay de objetable en eso. Lo que si debe tener claro el ministro es que en la función pública hay que respetar ciertas normas y ser cuidadoso hasta con las apariencias. Eso rige para los chupasangre, los que vienen de debajo del puente y los ricachones. La prepotencia del ministro pinta mal. Si tanto se enoja y tan nervioso se pone.  Incluso es posible que en las próximas horas el ministro deba dejar su cargo, aunque aquí nunca se sabe
Por otra parte, la ministra del trabajo, Evelyn Matthei ha salido también al ruedo, Con una histeria digna de mejor causa, la ministra ha gritado a los cuatro vientos que la responsabilidad de la apertura de la empresa de los chanchos de Freirina no es responsabilidad del gobierno sino de otro, es decir, el gobierno de Ricardo Lagos. Como muchos saben, en Freirina, pueblo ubicado al norte de la capital, una distinguida empresa había instalado un complejo poblado de cerdos para alimentación múltiple. Dada la cantidad de cerdos allí presentes, el complejo bien podría llamarse, Chanchopolis.
Tal hacinamiento porcino produjo malos olores y otros múltiples inconvenientes a los habitantes del pueblo. Luego de variadas protestas y quejas diversas, el complejo se ha cerrado. Con gran prepotencia la empresa se ha victimizado y la ministra ha culpado a medio mundo de la cesantía que conlleva el cierre del “hogar del cerdo”.  Luego, la propia ministra ha culpado a gobiernos anteriores de la apertura de Chanchopolis. Histérica, exasperada, la ministra ha mostrado documentos diversos para reafirmar sus tesis, vamos a llamarlas así.
Lo que debe discutirse es la inconveniencia de que este tipo de proyectos se expandan galopando en la abundancia del dinero. Esto es precisamente lo que resulta cuando las cuestiones públicas se ven cooptadas por diverso tipo de intereses. Esto ha ocurrido de manera escandalosa dese la dictadura y ningún gobierno es inocente de aquello, menos el actual gobierno. Debe discutirse sobre el chantaje que las empresas realizan cuando las normas, en este caso las ambientales, no les gustan y dejan a sus trabajadores en la calle. De aquello debieran preocuparse nuestros servidores públicos.

 

 

 

 

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