Si algo faltaba para completar este declive en el que vamos
a buen paso, una noticia aparecida en la
prensa el día miércoles 24 de agosto recién pasado, vino a colocar una nueva
pieza a esta arquitectura tipo Frankenstein que el gobierno ha ido construyendo
con una constancia que resulta admirable.
Aquel día se informó que el Ministerio de Educación, si, el
mismo, planea, en el marco de la reforma curricular de tercero y cuarto medio, eliminar la asignatura de Filosofía y decide, además, una especie de fusión de la asignatura de Historia
con otras materias.
Quizás algunos recuerden que un embate parecido se produjo a
inicios de la década pasada, en el gobierno de Ricardo Lagos y cuando la
Ministra de Educación era Mariana Aylwin. Si bien no se llevó a cabo la poda,
la asignatura de filosofía quedó desde entonces bastante disminuida. Y he aquí
que ahora, durante uno de los peores gobiernos de nuestra historia, que además
se automoteja de progresista, se vuelve sobre este tema. Debo decir que no me
sorprende, aunque me parece que la variedad de problemas en el ámbito educativo
es tan grave que este tema podría haberse abordado con mayor calma. Pero claro,
cuando no hay brújula y los asesores (muy bien pagados aunque no del todo
calificados) abarrotan las oficinas públicas, las "ideas" brotan al
compás de la displicencia y el empoderamiento que se entrega a una serie de
personas cuyo mayor mérito reside en ser militantes obedientes y con las cuotas
al día. (En esto, por cierto, hay honrosas excepciones)
Ante el estupor que esto ha provocado, la señorita Alejandra
Arratia, coordinadora de la Unidad de Currículum y Evaluaciones del Mineduc
(UCE), señaló algo así como que, la asignatura no desaparece, que se integra a
una cosa que se va a llamar "Formación Ciudadana" y que esto sería un
reclamo de la ciudadanía. La noche del
mismo 24 de agosto, el ex-rector de la Universidad de Chile, Víctor Pérez,
calificó de "delirantes" las reformas educativas de este gobierno y
de "febril" la idea de eliminar filosofía. Tras su indignación, el
profesor Pérez habló de que, desde hace tiempo, "los gobiernos juegan o
insultan nuestra inteligencia". A mí me parece que las declaraciones de la
señorita Arratia van en el mismo sentido, son un insulto a la inteligencia.
Hay tres posibilidades, se me ocurre, de examinar esta
"luminosa idea".
En primer lugar, que en el Ministerio de Educación hayan
recordado y recogido el reclamo del entonces presidente de la CUT, Arturo Martínez,
quien señalo, allá por 2011, que la violencia en las manifestaciones callejeras
era producto de "cabros" a los que los profesores de filosofía les
"metían ideas o leseras en la cabeza". (Al respecto en la primera
época de este Blog escribí una columna, fechada el 4 de septiembre de 2011, y
que en homenaje a Martínez se titulaba, La
Piedra Filosofal. Perdón por la autorreferencia)
En segundo lugar, parece que se pretende privilegiar
asignaturas o materias que sean "medibles" en el marco de las
evaluaciones internacionales. Esto ya ha sido sugerido por diversas personas
que comparten el estupor que ha generado esta idea.
Tras ello subyace este constante afán "globalizador” y
la presuntuosa y absurda idea de tener una "educación de clase
mundial". La pretensión suena tan descabellada como ridícula. Quizás sea
dable pensar que el camino a una nueva forma de dominación lleva harto
recorrido con la entusiasta ayuda de tanto sabio que anda dando vueltas por
aquí. Precisamente son ellos quienes sostienen, entre otras cosas, que los
saberes medibles o asimilables a ese tipo de "clase mundial" han de
ser lo que permanezcan. Mezquina ha sido la naturaleza con las personas que sustentan
una cosa como esta.
Una tercera hipótesis y, acercándonos a las declaraciones de
la señorita Arratia, dice relación con que
la asignatura de filosofía no desaparece sino que sus contenidos se
integran a ramos de "formación o participación ciudadana". ¿Qué ha
hecho que ahora la "formación ciudadana" aparezca como contenido con
tanta insistencia? Me parece que aquí hay un problema que plantearse. Se ha
producido en el último tiempo, una acelerada desafección de la gente con las
autoridades y con la política. Fenómeno preocupante pero explicable. Se
estableció la voluntariedad del sufragio y ahora se plantea tornar a la
obligatoriedad. Esto se debe a que ha disminuido dramáticamente el porcentaje
de votantes. Se pretende cambiar la Constitución y para ello el gobierno ha
montado un paripé, se llaman cabildos, donde la catarata de ideas debiera
concluir en que la Constitución tendría que tener varios tomos para albergar
tanta opinión que cabalga al amparo del sentido común y de los más propios
deseos individuales. El tema constitucional es importante, no cabe duda, pero
el mecanismo no parece ser el más feliz. Lo dicho, cabildos, desafección y voto
voluntario, parece que llevan a los sabios de Alameda con Teatinos, a levantar
la asignatura de “formación ciudadana” ¿Resolverá esto el problema de la
desconfianza con el sistema político y convencerá a la gente de ir a votar?
Solo alguien con muy pocas luces podría afirmar que algo así podría ocurrir.
Muchas de las cosas que acaecen se deben, precisamente a la precariedad y
segregación del sistema educativo, cuestión que no ha sido abordada con
seriedad y menos en este gobierno, al que la palabra seriedad le queda como
poncho, por decir algo. Un sistema
educativo sólido, un sistema público coherente con las necesidades del presente,
permitiría que cuestiones como la Constitución, la participación y la
responsabilidad con los asuntos públicos se formen tempranamente. Pero claro,
ahora se pretende con una asignatura resolverlo todo. La filosofía puede
colaborar mucho, pero no siendo absorbida. Un curso de filosofía permitiría
abordar una serie de ámbitos del pensamiento y de la experiencia humana en dónde,
por cierto, la política, la ética, la creatividad y el razonamiento ocupan un
lugar central. No se trata de una postura dogmática, seguramente quienes
enseñan filosofía en la enseñanza media
tienen mucho que decir y también, por cierto, examinar críticamente su propio
quehacer. Lo que es inaceptable es que este gobierno pretenda resolver el
problema de la desafección ciudadana instalando lo que me temo será más bien
una especie de catecismo a los que son
tan afectos los asesores, los consultores-expertos y los intermediarios-ciempiés,
que tanta gloria han dado a este gobierno.